Estás en una relación.
Pero en el fondo, sientes que todo gira a su alrededor.
Sus horarios.
Sus decisiones.
Sus emociones.
Sus tiempos.
Y tú… orbitas.
Ajustándote.
Cediendo.
Acomodando todo lo tuyo para que encaje en lo de ella.
Esto no significa que ella sea egoísta.
Ni que tú seas débil.
Significa que el equilibrio se perdió.
Y cuando eso pasa, el desgaste es inevitable.
¿Cómo saber si todo gira en torno a ella?
-
Siempre esperas a que ella decida.
-
Te adaptas, incluso cuando te incomoda.
-
Tus planes se posponen con facilidad, los de ella no.
-
Tus necesidades pasan a segundo plano.
-
Si hay un conflicto, tú terminas cediendo para que “todo esté bien”.
No necesitas que nadie te lo diga.
Tú lo sientes.
Y ya no te gusta cómo se siente.
¿Por qué sucede esto?
Por miedo.
Por amor mal entendido.
Por costumbre.
Por pensar que así funciona una pareja.
Pero cuando uno se borra para que el otro brille, ambos pierden.
Porque el vínculo deja de ser un encuentro… y se convierte en una rutina desequilibrada.
Lo que puedes empezar a hacer hoy
-
Recuerda quién eres fuera de la relación.
Tu identidad no se define solo por estar con alguien.
Recupera tus espacios, tus intereses, tus opiniones.
-
Empieza a proponer.
Planes, decisiones, ideas.
No todo tiene que partir de ella.
Tu voz también construye. -
Pon límites, sin miedo ni culpa.
Decir “esto no me gusta” o “prefiero otra cosa” no es atacar.
Es estar presente. -
Valida tus emociones.
Si algo te incomoda, no lo minimices.
No te calles por no incomodar. -
Habla desde ti, no desde la queja.
“Me gustaría esto”.
“Siento que necesito más de esto”.
“Me está costando esto”.
Así se construye el equilibrio: desde la verdad compartida.
Volver al centro no es alejarla, es acercarte a ti
Equilibrar una relación no es quitarle espacio a ella.
Es darte espacio a ti también.
Es que ambos puedan respirar, proponer, liderar.
Es dejar de girar alrededor del otro…
y empezar a caminar al lado.