Tu claridad puede incomodar a los confundidos: no pidas perdón por eso

Saber lo que quieres incomoda a quien no sabe lo que siente.
Y no porque estés haciendo algo mal, sino porque tu definición resalta su duda.

Tu claridad es un espejo.
Y hay personas que no están listas para verse reflejadas con honestidad.

En un mundo lleno de indecisos, tener una dirección parece arrogante.
Pero no lo es.
Es madurez.
Es conciencia.
Es el resultado de haberte escuchado de verdad.

Muchos te querrán confuso para sentirse menos perdidos.
Y cuando no lo estás, se alejan, te critican o intentan desestabilizarte.

Pero no estás aquí para disminuir tu certeza para que otros no se sientan inseguros.
Estás para avanzar, aunque eso te deje solo un rato.

La claridad no es falta de empatía, es responsabilidad emocional.
Saber lo que quieres, lo que permites y lo que ya no toleras no es dureza.
Es respeto por ti.

No tienes que justificar tu orden interno.
No estás obligado a explicarle a nadie por qué piensas como piensas.
Tu vida no es un debate público.

Habrá quienes confundan tu claridad con rigidez.
Pero eso habla de su confusión, no de tu actitud.

Ser claro no es ser rudo.
Es ser honesto, con límites sanos y convicciones firmes.

Tu visión puede sacudir a quienes aún no se han permitido mirar hacia adentro.
Y eso no es tu problema.
No viniste a cargar con el proceso ajeno.

No todos están listos para la coherencia.
Algunos solo quieren compañía para su caos, no guía para su orden.

Sigue siendo claro.
Sigue siendo tú.
Aunque eso incomode.
Aunque eso te deje fuera de ciertas conversaciones.

La claridad no se disculpa.
Se sostiene.
Y el tiempo se encarga de poner cada verdad en su lugar.