Una relación es como un puente colgante.
Se sostiene desde ambos lados.
Pero si solo uno pone tensión, si solo uno sujeta… el puente se cae.
Y hay mujeres que, sin decirlo abiertamente, te dejan todo el peso.
Esperan que seas tú quien ceda, quien espere, quien entienda.
Pero cuando tú necesitas lo mismo… ahí ya no hay respuesta.
Solo silencio. O distancia.
El ego no escucha. Solo exige
Cuando ella pone su ego primero, tú te vuelves una figura de fondo.
Tus emociones no tienen espacio.
Tus dudas son vistas como inseguridad.
Tus límites, como debilidad.
Y lo peor es que, a veces, ni siquiera lo notas de inmediato.
Porque al principio parece fortaleza.
Parecen estándares.
Pero con el tiempo, te das cuenta de que siempre hay una sola voz que se impone.
Alejarte no es rendirte. Es recuperar tu centro
No necesitas drama.
No hace falta explicar todo si ya lo has intentado más de una vez.
Alejarse con dignidad es hacerlo sin rencor, sin gritos, sin humillaciones.
Es simplemente entender que no puedes seguir sosteniendo el puente tú solo.
Y que si ella no cruza… no es tu responsabilidad ir más allá del límite sano.
Frases que no se dicen en voz alta, pero que debes tener claras dentro de ti
— “No tengo que convencer a nadie de que también merezco ser visto.”
— “Si su orgullo pesa más que este vínculo, entonces ya no hay equilibrio.”
— “No me voy porque no valga. Me voy porque ya no me reconozco.”
La dignidad no se grita. Se practica
Y cuando decides irte sin buscar hacer daño, sin esperar que te detengan, sin jugar al “me voy para que me sigan”, entonces lo haces con claridad.
No estás huyendo.
Estás eligiendo.
El puente puede haberse roto… pero tú sigues completo
Y eso es lo que más cuesta aceptar cuando uno se aleja de alguien que solo supo mirarse a sí mismo:
Que ya no vale la pena quedarse en una historia donde solo uno pone de su parte.