Cuando todo se trata de ella: señales de egocentrismo y cómo poner límites

Cuando no pones límites…

Empieza poco a poco.

Tú cedes porque quieres evitar conflictos.
Ella opina sobre todo lo que haces.
Te corrige, te cuestiona, te dirige.
Y tú te convences de que es parte de su carácter, de que así es ella.

Empiezas a callar ideas que antes compartías con entusiasmo.
Dejas de contarle ciertas cosas porque ya sabes que no va a escuchar, solo va a responder desde su perspectiva.

Y cada vez que intentas decir lo que sientes, el tema termina girando de nuevo hacia ella.

Si estás cansado, ella está más cansada.
Si estás feliz, ella merece más felicidad.
Si estás preocupado, lo suyo siempre es más grave.

Cuando no marcas un alto, el egocentrismo se normaliza. Y tú te diluyes.

Ya no sabes en qué momento dejaste de ser tú.
Pero lo sabes. Lo sientes. Y te pesa.

Cuando empiezas a poner límites…

Todo cambia.

No de golpe. No con gritos.
Con frases claras y tranquilas:

“Hoy necesito que me escuches sin interrumpir.”
“No todo tiene que girar en torno a lo que tú piensas.”
“Estoy hablando de mí, no de ti. Escucha primero.”

Al principio, puede parecer que se aleja.
Que se molesta, que se cierra, que no entiende por qué cambiaste.

Pero no cambiaste.
Solo estás volviendo a ti.

Y quien no sabe estar contigo cuando dejas de cederlo todo, nunca estuvo realmente ahí.

Poner límites no es falta de amor.
Es amor propio.

Es decir: aquí estoy, esto siento, esto necesito.

Y si del otro lado solo hay silencio o reclamos… entonces también estás recibiendo una respuesta.

El egocentrismo se sostiene cuando nadie lo cuestiona

Cuando tú lo haces, con respeto pero con claridad, algo se rompe.

O se rompe la ilusión de un vínculo real.
O se rompe la costumbre de verte siempre callado.

Pero en ambos casos, se abre una posibilidad:
Recuperar tu voz.
Y empezar a construir una relación donde tú también importes.