Sentir no es el error.
Sentir es la raíz de lo humano, la base de todo vínculo real, la brújula emocional que te conecta con la vida.
Pero no todo el mundo está preparado para lidiar con emociones auténticas.
Algunos las juzgan.
Otros las minimizan.
Y muchos simplemente se alejan.
Eso no quiere decir que sentir esté mal.
Significa que te estás relacionando con personas que no han aprendido a sostener lo que no pueden controlar.
Tus emociones no son demasiado.
Son claras, profundas, directas.
Y eso puede resultar incómodo para quienes han aprendido a evadir, no a sentir.
El problema no es que ames fuerte, que te duela algo o que digas lo que llevas dentro.
El problema aparece cuando el otro no sabe qué hacer con eso y te culpa por sentirlo.
No tienes que apagar tu mundo emocional para no molestar.
Tampoco estás obligado a explicarlo una y otra vez.
Sentir no necesita defensa, necesita espacio.
Y si alguien no sabe dártelo, no significa que tú estés mal.
Solo que estás compartiendo algo valioso con quien aún no sabe valorarlo.
Tus emociones no son un peso si caen en manos maduras.
Lo que parece excesivo para algunos, es lo normal para quienes viven desde la conexión real.
No te traiciones tratando de ser neutro en un mundo que necesita verdad emocional.
No estás siendo “difícil”.
Estás siendo honesto con lo que pasa dentro de ti.
Quien no sabe cómo recibir tus emociones, probablemente tampoco sabe manejar las suyas.
Y eso no es algo que tú tengas que resolver.
Tu sensibilidad no es un defecto.
Es un lenguaje.
Uno que no todos comprenden, pero que los correctos sabrán hablar.
Deja de corregirte por sentir.
Deja de reducirte por no incomodar.
No eres el problema.
Solo estás más consciente que la mayoría.