No se trata de gritar más fuerte.
Ni de imponer.
Ni de competir.
Se trata de presencia.
De voz.
De espacio.
Y cuando en una relación dejas de tener voz, lo sabes.
No porque te lo digan.
Sino porque lo sentís.
Te apagás un poco más cada día.
Y cuesta explicar por qué.
La pérdida de voz no ocurre en un instante.
Es silenciosa.
Lenta.
Pero profunda.
¿Cómo empieza?
-
Cedes en cosas pequeñas, para no generar conflicto.
-
Callás tus ideas, porque crees que “no vale la pena”.
-
Evitás decir lo que pensás, para no incomodarla.
-
Te vas adaptando más de lo que querés.
-
Te cuesta proponer, porque ella “siempre sabe qué hacer”.
Y un día, te das cuenta de que estás en una relación…
pero ya no te reconocés dentro de ella.
¿Qué es el dominio sutil?
No es gritarte.
No es prohibirte.
No es controlarte a la fuerza.
Es decidir por vos “con cariño”.
Es hablar como si supiera más que vos.
Es marcar el ritmo… sin consultarte.
Y vos, por amor, por paz, por comodidad, vas cediendo.
Hasta que ya no sabés cómo volver a opinar con firmeza.
La voz se pierde cuando se deja de usar
No necesitás pelear para recuperar tu voz.
Solo necesitás empezar a hablar desde vos.
Con claridad.
Con respeto.
Con firmeza.
Y eso implica:
-
Nombrar lo que sentís, aunque ella no esté de acuerdo.
-
Defender lo que valorás, aunque no sea popular.
-
Estar presente desde tu esencia, no desde la aprobación.
-
Proponer, liderar, marcar límites, sin agresividad.
Tu voz es parte de tu identidad masculina
No es gritar.
No es imponer.
Es expresar con autenticidad.
Es mirar a los ojos y decir “esto soy yo”.
Y si tu voz incomoda, es porque vuelve a tener volumen.
Y eso está bien.
No se trata de dominar, sino de compartir el espacio
Una relación sana necesita dos voces.
No un eco.
No un monólogo.
Si sentís que la tuya se apagó, no esperes a que ella te la devuelva.
Volvé a hablar.
Volvé a estar.
Volvé a vos.