Fortaleza forjada en la adversidad: el valor de seguir cuando todo duele

Cuando todo dentro de ti quiere rendirse
Hay momentos donde incluso respirar pesa.
Donde no entiendes por qué sigues intentando.

Pero sigues.
Y eso ya es una forma de fuerza.

La adversidad no llega para romperte, sino para afinarte
No afina el que nunca ha sido puesto a prueba.
Se afina el que ha sido doblado y no ha cedido.

El que ha tenido que reconstruirse pieza por pieza.
El que ha llorado en silencio, pero nunca ha dejado de caminar.

La fortaleza no es espectacular, es silenciosa
No siempre se nota.
No siempre se ve.

A veces es simplemente levantarte sin ganas.
O sonreír con el alma adolorida.

¿De dónde viene esa fuerza que ni tú sabías que tenías?
Viene del fondo.
De ese rincón interno donde sabes que rendirte no es opción.

Viene de todas las veces que sobreviviste a lo que pensabas que no ibas a soportar.
Y aún así, aquí estás.

Cada herida dejó algo más que dolor
Dejó sabiduría.
Dejó claridad.

Dejó una brújula más precisa hacia lo que realmente quieres.
Y dejó una versión de ti que no se construye en la calma.

La verdadera fortaleza nace cuando no hay testigos
Cuando no hay aplausos.
Ni apoyo.

Solo tú, contigo.
Y aún así decides seguir.

No es valentía si nunca dolió
El valor no aparece cuando todo va bien.
Aparece cuando la vida te pone a prueba sin previo aviso.

Y tú, en vez de esconderte, decides mirar de frente.
Aunque tiemblen tus rodillas.

El dolor no se elige, pero puede usarse
Como impulso.
Como espejo.

Como recordatorio de que cada paso dado en medio de la tormenta vale más que mil en días soleados.
Porque cuando todo duele, pero sigues, ahí se está forjando lo que más tarde llamarán fortaleza.