No toda compañía te construye.
Algunas distraen.
Otras detienen.
Y hay una en especial que impulsa, no porque lo intente, sino porque es parte de su esencia.
Ese tipo de mujer no necesita cambiarte.
Solo te recuerda, con su presencia, quién eres cuando estás en tu mejor versión.
No es perfecta, pero sí consciente
Sabe que también tiene heridas, dudas y miedos.
Pero en lugar de proyectarlos en ti, los trabaja.
No te exige que llenes vacíos.
Te acompaña mientras cada uno se hace cargo de lo suyo.
Y eso, para un hombre que quiere crecer, es un regalo.
¿Cómo es esa mujer que te eleva?
-
No compite contigo, te potencia
-
No te cela, te confía
-
No te controla, te respeta
-
No espera que seas perfecto, pero sí íntegro
-
No te pone pruebas, te pone la mano cuando lo necesitas
No te exige que dejes de ser tú.
Solo espera que seas tú con firmeza, sin excusas.
Te reta sin destruirte
Te cuestiona con amor.
No se queda callada si algo le incomoda, pero lo dice con claridad y sin herir.
No usa el silencio como castigo.
Usa el diálogo como puente.
Y eso te obliga a crecer.
A revisar tus actitudes.
A evolucionar sin sentirte atacado.
Porque su intención nunca es ganarte.
Es crecer juntos.
Te acepta, pero no se conforma
Te mira con ojos reales.
Ve lo bueno, lo difícil y lo que aún no has resuelto.
Y aun así, elige quedarse.
Pero no por dependencia.
Sino porque confía en lo que puedes llegar a ser, si tú también lo decides.
No te presiona.
Te inspira.
Su presencia te ordena
No porque te dé instrucciones, sino porque te conecta con tu propósito.
Contigo mismo.
Con lo que realmente importa.
Y es ahí donde su compañía se vuelve tan valiosa:
porque no necesitas dejar de ser tú… solo necesitas recordar quién eres.
Y con ella, eso se vuelve más fácil.