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Lo que aprendes cuando dejas de idealizar a las mujeres y las ves como son

Idealizar es ver lo que quieres ver, no lo que realmente hay.
Es poner a alguien en un pedestal, y luego sufrir cuando baja.

Muchos hombres, sin darse cuenta, idealizan.
Ven a las mujeres como seres “diferentes”, “más sabias”, “más puras” o “más nobles”.
Y eso no solo es injusto con ellas, también lo es contigo.

Cuando empiezas a verlas tal como son —personas, con virtudes y defectos— todo cambia.

Y aprendes cosas que antes no veías.

También se equivocan, y no siempre lo reconocen

No siempre piden perdón.
No siempre admiten que se equivocaron.
Y no siempre están listas para revisar sus errores.

Idealizarlas te hace creer que son emocionalmente más maduras por naturaleza.
Pero no siempre es así.
Como todos, están en su proceso.

No todas buscan lo mismo… aunque digan que sí

Muchas repiten discursos: que quieren algo serio, alguien que las escuche, un hombre con valores.
Pero al momento de elegir, sus acciones pueden ir en otra dirección.

No por maldad. A veces por confusión interna.
Por heridas no resueltas.
Por miedo.

Aprendes a no quedarte solo con el discurso.
Y eso te protege.

Pueden sentir algo fuerte… y aún así alejarse

Una mujer puede llorar contigo, compartir momentos íntimos, decir que te quiere…
y semanas después alejarse sin explicación clara.

Eso te rompe… si la tenías idealizada.
Pero si la ves como un ser humano complejo, entiendes que no todo se sostiene solo con sentimientos.

También se necesita conciencia, trabajo emocional y voluntad.
Y no todas lo tienen, aunque parezca que sí.

No son “tu otra mitad”

Esa idea de que alguien llega a completarte es peligrosa.
Porque te pone en posición de dependencia emocional.
Y pone a la otra persona en un lugar que no le corresponde.

Cuando dejas de idealizar, descubres que compartir desde la plenitud es mucho más real que buscar quien llene tus vacíos.

La admiración sincera es más valiosa que la ilusión

Admirar lo que son de verdad —con sus contradicciones, con su historia, con sus límites— te permite amar sin expectativas fantasiosas.
Y eso genera relaciones más honestas.

Porque cuando dejas de mirar desde la ilusión, puedes ver con claridad.
Y elegir con conciencia.

Verlas como son es el primer paso para relacionarte desde tu madurez

No para desconfiar.
No para distanciarte.
Sino para dejar de proyectar lo que quieres que sean.
Y empezar a ver lo que realmente hay.

Desde ahí, puedes decidir mejor.
Y sobre todo, puedes respetarte más.