En la vida conocerás muchas mujeres.
Algunas dejarán buenos recuerdos.
Otras solo confusión.
Y unas pocas… dejarán huella.
Pero hay una diferencia clara entre una mujer que solo pasa y una que realmente suma.
La que pasa te gusta.
La que se queda, te transforma.
La que pasa puede ser divertida.
Interesante.
Atractiva.
Pero con el tiempo, sientes que no hay profundidad.
En cambio, la que se queda tiene algo que va más allá de lo visible.
Te mira distinto.
Te habla distinto.
Y contigo, construye distinto.
¿Qué distingue a una buena mujer?
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Es clara con lo que siente y lo que quiere
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No te busca por necesidad, sino por elección
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No se va cuando algo le incomoda: lo habla
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Te respeta en tus momentos bajos
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Suma sin quitarte identidad
Ella no se disfraza para agradar.
Se muestra como es.
Y espera que tú también lo hagas.
No idealiza, acompaña
No necesita que seas perfecto.
Pero sí auténtico.
Te impulsa a crecer, no a competir.
Y si te caes, no te juzga… te tiende la mano.
Eso no lo hace cualquiera.
Solo quien está lista para algo más real.
La que solo pasa no deja raíces
Puede haber química.
Risas.
Atracción.
Pero cuando miras hacia atrás, no dejó nada profundo.
La buena mujer, en cambio, deja huellas pequeñas pero firmes:
Una conversación que te marcó.
Un gesto que no olvidaste.
Una calma que no sabías que necesitabas.
Quédate con quien deja huella, no vacío
Porque al final, no se trata de cuántas conociste.
Sino de cuántas te enseñaron algo.
Y sobre todo… de quién te acompañó sin hacer ruido, pero con verdad.
Cuando encuentres a esa mujer, no te distraigas.
Porque algunas llegan una sola vez.