Hay una parte de ti que quiere expresarse sin filtro.
Una parte que siente, que piensa, que observa y quiere decir lo que ve.
Pero muchas veces te la guardas.
Por miedo a herir.
Por miedo a perder.
Por miedo a incomodar.
Y poco a poco, esa parte se va apagando.
No porque ya no exista, sino porque la estás censurando para sostener relaciones frágiles.
No viniste a este mundo a esconder tu alma para no provocar reacciones.
Viniste a vivir con verdad, incluso si eso significa molestar a quienes prefieren apariencias.
Proteger el ego de los demás no puede costarte tu conexión contigo.
Tu alma no debe editarse para que los demás no se sientan inseguros.
La autenticidad no siempre es bienvenida por todos.
Pero es lo único que garantiza que, pase lo que pase, te mantengas entero.
Quien te quiere solo si te callas, no te quiere a ti.
Quiere una versión moldeable, más cómoda, menos viva.
Y tú no estás aquí para ser una versión reducida de lo que eres.
Estás para ser completo, con matices, con emociones, con presencia.
Si tienes que censurarte para encajar, no es tu lugar.
No tienes que romperte en pedazos para caber donde no te valoran.
El ego de los demás no es tu responsabilidad.
No tienes que medir cada palabra como si fueras culpable de su reacción.
Hablar con el alma no significa atropellar a nadie.
Significa no ocultarte.
Significa hablar con propósito, con respeto, pero también con firmeza.
Tu alma es lo más valioso que tienes.
No la apagues por quien aún no sabe lo que significa ver a alguien real frente a sí.