Callar lo que ves no hace que deje de ser real.
Solo hace que te desconectes de ti mismo.
En muchos entornos, la verdad molesta.
Porque la verdad incomoda, señala, revela.
Y hay quienes prefieren vivir sin verla.
Pero no viniste al mundo a actuar para que otros se sientan cómodos.
Viniste a ser honesto, aunque eso te cueste lugares o personas.
Decir la verdad no es falta de empatÃa, es fidelidad a tu conciencia.
Y traicionar esa fidelidad, poco a poco, te vacÃa por dentro.
Habrá quien viva feliz en la mentira.
Y lo respete.
Pero tú no tienes por qué participar.
Mucho menos ocultar lo que sientes o sabes.
Tu verdad no tiene que ser violenta.
Pero sà debe ser clara.
Ocultarla por miedo a incomodar es una forma de abandono personal.
No estás aquà para ser aprobado por quienes no quieren escuchar lo evidente.
Ni para fingir que todo está bien cuando claramente no lo está.
Hay personas que no quieren respuestas, quieren distracciones.
Y cuando llegas tú con una mirada honesta, molestas.
No porque ataques, sino porque interrumpes la comodidad de lo falso.
Tu verdad es tu brújula.
Y si la apagas para no molestar, te quedas sin dirección.
Mentirte para encajar no es adaptación, es traición interna.
Y el precio es alto: frustración, vacÃo, pérdida de propósito.
La verdad puede doler, sÃ.
Pero también libera.
Y tú mereces vivir libre, no adaptado a ficciones ajenas.
No escondas tu verdad.
No la minimices.
No la maquilles para proteger el ego de nadie.
El que prefiere la mentira no está listo para tu presencia.
Y eso no es tu culpa.
Es su proceso.
Tú sigue firme en el tuyo.