Una relación no es una balanza.
No debería inclinarse siempre hacia un solo lado para que alguien más se sienta cómoda.
Y sin embargo, muchos hombres terminan cediendo peso, acortándose, bajando la voz… solo para no molestar.
Solo para que ella no se aleje.
Cuando el ego se vuelve protagonista, la conexión se vuelve invisible
Algunas mujeres no lo hacen por maldad.
Es una forma aprendida.
Han crecido creyendo que mostrarse siempre fuertes, independientes y en control es la única forma de no salir lastimadas.
Pero eso tiene un costo.
No se permiten bajar la guardia.
No aceptan errores.
No reconocen cuando han herido.
Y tú, del otro lado, empiezas a sentir que cada gesto, cada frase, cada emoción… tiene que pasar por su filtro.
¿Cómo te mantienes firme sin caer en ese juego?
• No la enfrentes como si fuera un enemigo. La firmeza no necesita gritos.
• No cedas lo que eres para evitar su incomodidad. Eso no es amor, es miedo.
• No te calles por costumbre. Las cosas que se tragan, terminan pesando.
• No creas que solo tú debes ceder. Si solo uno se ajusta, eso no es equilibrio.
Frases que reflejan tu centro sin atacar
— “Quiero una relación, no una competencia.”
— “Admiro tu fuerza, pero también necesito espacio para la mía.”
— “Si no puedo ser yo contigo, entonces no es contigo.”
Mantenerte firme no es orgullo. Es respeto por ti.
Y si al mostrar tu claridad ella solo responde con más frialdad, más críticas o más distancia…
entonces quizá no sea ego.
Quizá sea incapacidad emocional para compartir un lugar donde ambos brillen.
No te doblegues solo para sostener lo que no está equilibrado.
Porque cuando alguien se eleva demasiado en su ego, no necesita una pareja.
Necesita un espejo.
Y tú no naciste para eso.