En toda relación hay dinámicas que se establecen desde el principio.
A veces son sutiles.
Otras, tan normales que pasan desapercibidas.
Pero si no se observan con atención, pueden llevarte a un punto en el que ya no sabes quién toma las decisiones… ni por qué.
¿Tú lideras?
¿Ella?
¿Ambos?
¿O simplemente vas reaccionando mientras todo se decide sin ti?
El control en una relación no siempre se impone.
Muchas veces se cede.
Poco a poco.
Casi sin notarlo.
¿Ceder es lo mismo que perder el control?
No.
Ceder de vez en cuando es natural.
Es parte de una relación madura.
Pero cuando cedes siempre, sin hablarlo, sin acordarlo, y terminas desconectado de tus propios deseos… algo está desequilibrado.
Porque en una relación sana, el control se reparte.
Se negocia.
Se ajusta.
Pero cuando solo uno marca el ritmo, toma las decisiones importantes y define el rumbo sin consultarte… es momento de revisar lo que estás permitiendo.
Pequeños ejemplos que revelan mucho
-
Siempre se hace lo que ella quiere, aunque tú no estés del todo de acuerdo.
-
Evitas ciertos temas para no incomodarla.
-
Cambias tus planes o decisiones sin que te lo pida directamente, pero por miedo a su reacción.
-
Ya no recuerdas la última vez que propusiste algo y ella lo aceptó sin modificarlo.
-
Cuando hablan de “nosotros”, la mayoría de las ideas son suyas.
No es que ella tenga la culpa.
No se trata de acusar.
Se trata de observar si tú has dejado de estar presente en la relación de forma activa.
¿Qué pasa cuando el equilibrio se pierde?
Empiezas a sentirte pequeño.
Te callas más.
Te cansas más.
Te desconectas emocionalmente.
Y lo peor: puedes llegar a creer que eso es normal.
Que amar es ceder todo.
Que liderar es imponer… y como tú no impones, entonces mejor no decir nada.
Pero eso no es amor.
Eso es invisibilidad emocional.
¿Cómo saber si el control es mutuo o unilateral?
Hazte estas preguntas:
-
¿Mis decisiones personales siguen siendo mías?
-
¿Tengo espacio para decir “no” sin sentir culpa?
-
¿Puedo expresar lo que pienso, aunque ella no esté de acuerdo?
-
¿Siento que tengo voz en los momentos importantes?
-
¿Ella me escucha… o solo me informa?
Si varias respuestas te incomodan, no estás loco.
Solo estás empezando a despertar.
El control no siempre es imposición. A veces es omisión.
No siempre hay gritos.
Ni amenazas.
Ni exigencias.
A veces, solo hay silencios.
Indiferencia.
Costumbre.
Y un hombre que poco a poco se fue apagando sin saber cómo.
Recuerda esto:
El control no es algo que alguien más toma.
Es algo que uno deja de ejercer.
Y si sientes que has perdido el tuyo, no es tarde para recuperarlo.
Solo necesitas empezar a verte a ti mismo otra vez.
Y volver a estar presente en tu propia relación.