Señales claras de que has cedido demasiado poder emocional en tu relación

A veces no hace falta que te lo digan.
Tú lo sientes.
En el pecho, en la garganta, en el silencio que se vuelve costumbre.

Algo dentro de ti sabe que ya no tienes el mismo peso en la relación.
Que algo cambió.
Y que el equilibrio emocional… ya no está en tus manos.

Cuando cedes demasiado poder emocional, no se nota de golpe.
Se nota con el tiempo.
Con el desgaste.
Con esa sensación de estar, pero no ser.

Te preocupas más por su bienestar que por el tuyo

Tu estado de ánimo depende de cómo esté ella.
Si está feliz, respiras.
Si está molesta, te sientes culpable.
Si está distante, te angustias.
Y si tú estás mal, lo ocultas para no molestarla.

Has dejado de cuidar tus emociones para sostener las suyas.
Y eso siempre te rompe un poco más.

Evitas conflictos a toda costa, incluso si eso implica traicionarte

Callas lo que te molesta.
Aceptas cosas que no van contigo.
Cambias tus opiniones para evitar discusión.
Te dices: “mejor así, para no pelear”.

Pero cada silencio acumula un resentimiento.
Y cuando te das cuenta, ya no sabes cómo volver a hablar con libertad.

Tu autoestima depende de su aprobación

Si ella te valida, te sientes bien.
Si te critica, te hundes.
Tus logros, tu valor, tu presencia… están condicionados a cómo te mira.

Y cuando eso pasa, dejas de verte con tus propios ojos.
Solo te ves a través de ella.
Y eso es muy peligroso.

Te sientes responsable por sus emociones

Si se enoja, es culpa tuya.
Si se siente insegura, tú debes solucionarlo.
Si algo no sale como esperaba, tú fallaste.

Te haces cargo de todo, incluso de lo que no te corresponde.
Y al final del día, terminas agotado… emocionalmente drenado.

Te cuesta decir lo que piensas, por miedo a perderla

Ya no hablas desde tu verdad.
Hablas desde el miedo.
Desde la duda.
Desde la necesidad de no incomodar.

Y en ese proceso, pierdes autenticidad.
Pierdes presencia.
Te diluyes.

Recuperar el equilibrio no es alejarte, es volver a ti

No necesitas confrontarla.
Necesitas reconectar contigo.
Recordar lo que sientes, lo que piensas, lo que necesitas.

Y empezar a expresarlo sin culpa.
Sin miedo.
Desde la calma, pero con claridad.

Porque una relación sana no se construye con uno dando todo… y el otro recibiendo sin medida.
Se construye con dos personas completas, que se eligen desde la libertad, no desde la dependencia.