Tu intensidad no es un defecto, es una brújula para lo real

Te han dicho que sientes demasiado
Que piensas mucho.
Que hablas fuerte.
Que ves lo que otros prefieren ignorar.

Y con el tiempo, empezaste a creer que eras “demasiado”
Demasiado emocional.
Demasiado profundo.

Demasiado sincero.

Pero no eres demasiado, solo estás rodeado de personas que prefieren lo superficial
Y tu intensidad los obliga a ver lo que no están listos para enfrentar.

La intensidad no es exceso, es profundidad
Es ver capas donde otros ven apariencia.
Es sentir el doble, preguntar lo que incomoda, vivir sin filtros.

No todos quieren alguien que los mire de verdad
Porque mirar de verdad implica ver grietas, incoherencias, zonas no resueltas.
Y tú ves todo eso sin esfuerzo.

Tu intensidad es una brújula que apunta hacia lo esencial
Te aleja de lo falso.
Te hace incómodo para algunos, pero imprescindible para otros.

Quien rechaza tu intensidad, en realidad teme su propia profundidad
No es que seas difícil.
Es que tu presencia deja sin espacio las máscaras.

Sentir intensamente no es un error, es un regalo
Uno que te conecta con lo auténtico, con lo humano, con lo que otros apenas rozan.

Las personas intensas no se conforman con vínculos a medias
Quieren verdad.
Presencia.
Reciprocidad.
No tienen tiempo para juegos disfrazados de relaciones.

No dejes que te convenzan de apagar tu fuego
Porque ese fuego es justo lo que enciende tu capacidad de amar, crear, comprender y transformar.

El mundo necesita más personas que sientan sin miedo
Que no oculten lo que piensan.
Que vivan con claridad, aunque eso espante a los tibios.

Tu intensidad no es problema.
Es dirección.
Es señal de vida.
Es tu manera de detectar lo que vale la pena.

Quien no sepa sostener tu intensidad, simplemente no está listo para la verdad que tú encarnas.
Y eso está bien.
No necesitas adaptarte a lo que no te honra.